A nadie se le escapa que el tren de alta velocidad fue, y sigue siendo, una gran innovación en la red de transportes nacional. Mejora la comodidad y los tiempos de viaje entre algunas ciudades de manera significativa. Aquí no hay debate.
Pero, ¿qué pasó con las empresas de transporte de viajeros por carretera que cubrían los mismos trayectos que los nuevos AVE? Los operadores que conectaban, en un primer momento, Madrid con Sevilla y con Barcelona, tuvieron serias dificultades para hacer frente a esa nueva competencia.
En primer lugar, porque era un nuevo operador en la misma ruta, algo que hoy en día el mapa concesional no permite. Vale que es otro modo de transporte, pero prestando el mismo servicio. Y ambos regulados por la misma autoridad, el Estado, que apoyaba claramente el desarrollo ferroviario sin compensar (ni económicamente ni mediante la adecuación de las frecuencias) a los autocares que circulaban en paralelo a las nuevas vías.
En busca de respuestas
Y, haciendo un poco más de balance de estas tres décadas, preguntamos: ¿Es necesario que España, con su dimensión geográfica, sea una de los países del mundo con más kilómetros de alta velocidad? ¿Es correcto que el Estado subvencione (mediante las compensaciones de OSP o con campañas de precios) a un modo en detrimento de los demás? Solo hace falta revisar las partidas destinadas en los Presupuestos Generales. ¿Es asequible para todos los bolsillos acceder al AVE?
Son muchas las cuestiones que se podrían incorporar, pero dejamos en manos de los lectores la conclusión de la frase del titular.
Que se sea útil, es nuestro mayor interés.

